En la primavera de 1982, como uno de los primeros graduados tras la restauración del examen de ingreso a la universidad, fui asignado a la Escuela Secundaria 45 de Guangzhou para enseñar química y ser tutor de una clase de tercer año de secundaria.

Con un amor y anhelo infinitos por la educación, entré en esta escuela, la más deficiente del distrito Haizhu de Guangzhou. En ese momento, era joven e inexperto, pero lleno de pasión, como si todo el mundo se desplegara a mis pies, esperando que lo explorara y conquistara. Sin embargo, la realidad siempre es más dura que los ideales. Frente a una clase con un nivel de conocimientos desigual y un ambiente de aprendizaje relativamente débil, sentí una presión y un desafío sin precedentes. Pero fueron precisamente estos desafíos los que despertaron mi determinación y coraje interior, reafirmando mi creencia de que debía sembrar esperanza y cosechar crecimiento en esta tierra estéril.

Después de recibir el registro de estudiantes, estudié y me familiaricé repetidamente con cada uno de ellos, lo que refleja mi atención, responsabilidad y respeto por la individualidad de los estudiantes como docente. En mi primera entrada al aula, pude llamar a cada estudiante por su nombre, lo que sin duda causó una gran impresión y emoción en ellos.

Este gesto hizo que los estudiantes sintieran que eran valorados y atendidos. En un entorno educativo tradicional, los estudiantes a menudo son vistos como un colectivo, y las diferencias y características individuales suelen ser ignoradas. Pero al conocer y familiarizarme con los estudiantes de antemano, rompí esta norma, permitiendo que los estudiantes sintieran su existencia y valor como individuos.

Además, este gesto también fortaleció la confianza y cercanía entre los estudiantes y yo. Cuando podía pronunciar correctamente los nombres de los estudiantes, ellos sentían mi atención y cuidado hacia ellos, lo que los hacía más dispuestos a establecer contacto y comunicarse conmigo. Esta confianza y cercanía son la base importante para construir una buena relación maestro-estudiante y son factores clave para fomentar la participación activa de los estudiantes en el aprendizaje y el crecimiento.

Además, este gesto también mostró mi profesionalismo y capacidad como docente. Al conocer y familiarizarme con los estudiantes de antemano, podía comprender mejor sus necesidades y características, lo que me permitió diseñar planes y estrategias de enseñanza más específicos y efectivos. Esta profesionalidad y capacidad no solo ayudan a mejorar la calidad y efectividad de la enseñanza, sino que también pueden ganar la confianza y el respeto de los estudiantes y padres.

En resumen, el hecho de que pudiera llamar a cada estudiante por su nombre, aunque pequeño, tiene un significado profundo. No solo hizo que los estudiantes se sintieran valorados y atendidos, sino que también fortaleció la confianza y cercanía entre ellos y yo, al mismo tiempo que mostró mi profesionalismo y capacidad como docente. Este comportamiento sin duda sentó una base sólida para mi papel como tutor y me ganó el elogio y respeto de los estudiantes.

Para integrarme rápidamente en este grupo, elegí la forma más directa y difícil: las visitas a domicilio. Sé que solo al conocer verdaderamente a los estudiantes y sus familias, puedo entrar en su mundo interior y convertirme en su guía en el camino del crecimiento. Así, en el primer mes de asumir la clase, recorrí casi cada rincón alrededor de la escuela, desde el bullicioso centro de la ciudad hasta las remotas zonas suburbanas, desde altos edificios hasta humildes casas, tocando una a una las puertas de los hogares de los estudiantes. Cada visita a domicilio fue un toque y un intercambio de almas; escuché las expectativas y preocupaciones de los padres, y compartí el crecimiento y los cambios de los estudiantes. En este proceso, descubrí gradualmente que detrás de cada familia aparentemente ordinaria se esconden historias y calidez desconocidas; cada estudiante que parece travieso en el fondo anhela ser comprendido y amado.

Las visitas a domicilio no solo me permitieron conocer mejor a los estudiantes, sino que también reafirmaron mi creencia en la educación. Comencé a intentar nuevos métodos de enseñanza para estimular el interés y el potencial de aprendizaje de los estudiantes. En la clase de química, diseñé una serie de experimentos cercanos a la vida cotidiana, permitiendo que los estudiantes sintieran el encanto de la química a través de la práctica; alenté a los estudiantes a hacer preguntas y a explorar, convirtiendo el aula en un espacio lleno de chispas de pensamiento y sabiduría. Al mismo tiempo, también presté atención a la comunicación emocional con los estudiantes, aprovechando a menudo el tiempo libre para charlar y conocer sus intereses y sueños futuros. Poco a poco, los estudiantes comenzaron a abrirse a mí, dispuestos a compartir sus alegrías y tristezas, y a seguir mis consejos y orientaciones.

Con el paso del tiempo, la atmósfera de la clase cambió silenciosamente. El aula, que antes era sombría, se volvió activa, la motivación de los estudiantes para aprender aumentó considerablemente y sus calificaciones mejoraron notablemente. Más importante aún, aprendieron a enfrentar dificultades y desafíos, y a buscar esperanza y luz en la adversidad. Todos estos cambios me llenaron de satisfacción y orgullo. Sé que todos estos logros no son solo el resultado del esfuerzo y dedicación de los estudiantes, sino también del cuidado y apoyo de los líderes de la escuela y de la ayuda y colaboración de mis colegas.

Sin embargo, mi camino educativo no se detuvo ahí. Con la llegada del primer Día del Maestro, fui nombrado secretario del comité de la juventud de la escuela. Sé que esto es un reconocimiento y confianza en mi trabajo por parte de la escuela, y también es el punto de partida para reafirmar mi fe en el futuro.

Después de convertirme en secretario del comité de la juventud, me volví aún más ocupado. No solo debía continuar con mi trabajo de enseñanza de química, sino que también debía asumir la responsabilidad de liderar el desarrollo del movimiento juvenil de la escuela. Sé que esta es una tarea ardua y honorable, pero también entiendo que solo con valentía y creatividad puedo cumplir con las expectativas y no defraudar mi juventud. Así, comencé a planear una serie de actividades creativas y efectivas para el comité. Organicé a los estudiantes para que salieran del campus y se involucraran en servicios voluntarios y actividades de práctica social; invité a destacados jóvenes de diversas profesiones a dar charlas y compartir experiencias; también promoví activamente la construcción y desarrollo de la cultura escolar, llenando el campus de vitalidad juvenil y energía positiva... Estas actividades no solo enriquecieron la vida extracurricular de los estudiantes y ampliaron su visión y conocimiento; lo más importante es que despertaron su patriotismo y sentido de responsabilidad social; les enseñaron a ser agradecidos y a contribuir, a aprender sobre la responsabilidad y el compromiso.

Durante mis días como secretario del comité de la juventud, comprendí profundamente la importancia de la colaboración y el trabajo en equipo. Sé que el poder de una persona es limitado, pero el poder de un equipo es infinito. Por lo tanto, siempre presté atención a la comunicación y colaboración con mis colegas, contribuyendo juntos al desarrollo de la escuela. Nos apoyamos mutuamente, nos animamos, avanzamos juntos ante las dificultades y crecimos juntos ante los desafíos. Este espíritu de unidad y colaboración no solo nos permitió lograr resultados significativos en el trabajo; también nos permitió cosechar una profunda amistad y conexión en nuestra compañía mutua.

Durante mis días como secretario del comité de la juventud, también me di cuenta de que la educación no se trata solo de transmitir conocimientos, sino de encender llamas y despertar almas. Me enfoqué más en el desarrollo integral de los estudiantes, alentándolos a participar en diversas actividades extracurriculares, cultivando sus intereses y espíritu de trabajo en equipo. Fui testigo de cómo estudiantes que antes eran anónimos brillaban en el escenario de los clubes, encontrando su propia luz. Esa sensación de logro no se puede comparar con ningún honor.

Al mismo tiempo, también comprendí profundamente la responsabilidad y misión que conlleva la profesión docente. No solo somos guías para los estudiantes, sino también guardianes de sus almas. Ante las confusiones y dudas de los estudiantes, siempre escucho pacientemente, brindándoles los consejos y alientos más sinceros. Les digo que la vida es como un maratón, no se trata de explosiones momentáneas, sino de la perseverancia y la constancia en el camino. Mientras haya un sueño en el corazón, siempre habrá un camino bajo los pies.

Después del primer Día del Maestro, valoré aún más cada momento que pasé con los estudiantes. Sé que estas jóvenes vidas son tan valiosas, y su futuro está lleno de infinitas posibilidades. Por lo tanto, hice todo lo posible para proporcionarles oportunidades y plataformas de crecimiento, permitiéndoles pulirse a sí mismos a través de la exploración y la práctica, y convertirse en una mejor versión de sí mismos.

En el camino de la educación, también he cosechado innumerables momentos conmovedores y cálidos. Cada vez que llega el Día del Maestro, los estudiantes siempre encuentran formas únicas de expresar su gratitud y bendiciones hacia mí. Algunos estudiantes hacen tarjetas a mano para mí, llenas de palabras sinceras; otros me escriben cartas, contando sus historias de crecimiento y sus reflexiones; y algunos me invitan a sus reuniones familiares, haciéndome sentir la calidez y felicidad del hogar. Estos gestos aparentemente insignificantes me hacen sentir profundamente la felicidad y satisfacción de ser un docente.

Sé que cada esfuerzo y sudor que he invertido no será en vano; cada logro y honor que he cosechado se convertirá en mi motivación y fuente de energía para avanzar. El tiempo pasa rápidamente, y el camino de la educación es largo y lleno de desafíos. Pero creo que mientras haya un sueño en el corazón, un camino bajo los pies y amor en las manos, definitivamente podré trazar un camino educativo que me pertenezca. ¡Los recuerdos del primer Día del Maestro que grabé en nombre de la juventud siempre estarán grabados en mi corazón, convirtiéndose en uno de los tesoros más valiosos de mi vida!

El tiempo vuela y los años pasan. En un abrir y cerrar de ojos, ya he pasado cinco primaveras y otoños en la Escuela Secundaria 45 de Guangzhou. Al mirar hacia atrás en los días pasados, tengo muchos sentimientos. Las luchas y esfuerzos de esos años, las risas y lágrimas de esos años, el crecimiento y las cosechas de esos años... todo se ha convertido en fragmentos de recuerdos preciosos incrustados en mi corazón, convirtiéndose en uno de los tesoros más valiosos de mi vida. Y cuando estoy en el umbral del primer Día del Maestro mirando hacia atrás, siento más profundamente la felicidad y satisfacción de haber sido un docente, porque he tenido la suerte de ser testigo del crecimiento y transformación de los estudiantes; porque he tenido la suerte de participar en el desarrollo y fortalecimiento de la escuela; y porque he tenido la suerte de dedicar mi juventud y pasión a esta sagrada y grandiosa causa educativa.

Esto es:

Al principio como maestro y de nuevo en otoño,

En el escenario de tres pies, el deseo no se detiene.

Con pluma en mano, el sonido de los libros se extiende,

Los melocotones y ciruelas llenan la puerta, la alegría abunda en el campo.

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