Leí un cartel en el mostrador de la cafetería. Lo que no se puede perder es la estantería de vidrio con muffins, panes y pasteles recién horneados al lado de la caja registradora. Mi esposa Wendy y yo nos miramos las señales, ella vestía la blusa que su madre Sherry usaba todos los días. Cuando uno de nuestros amigos sugirió que debíamos irnos, pudimos dar la vuelta y salir. En su lugar, tomamos una mesa cerca de la ventana. Un asiento daba hacia el mostrador, otro exhibía tarjetas y artesanías hechas a mano junto a un tarro de café, y uno más tenía vista al bosque.

Ninguno de nosotros estaba de acuerdo con el fundamentalismo religioso o secundario. Sin embargo, estábamos desesperados por descansar en la casa oscura y estrecha de la suegra. Ella había estado confundida un día antes por una carta que decía que su licencia de conducir había sido suspendida. Wendy clasificó las facturas y reabasteció la cuenta bancaria excesiva. Pronto iremos a comprar comestibles...

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