La chispa de los caldeos: el origen de Nabopolasar
Nabopolasar no nació en la realeza, ni tenía un linaje destacado. Su origen es bastante misterioso, y los registros históricos sobre su juventud son escasos. Solo sabemos que provenía de los caldeos, un pueblo semi-nómada que habitaba en las zonas pantanosas del sur de Mesopotamia. Los caldeos eran conocidos por su tenacidad e independencia, vivían en las tierras húmedas del río Éufrates, familiarizados con las aguas y los juncos, y eran expertos en tácticas de guerrilla. Este entorno moldeó su sabiduría de supervivencia y sembró las semillas para el ascenso de Nabopolasar.
Bajo la sombra del Imperio Asirio, los caldeos estuvieron durante mucho tiempo en una posición marginal. Asiria, con su poderosa máquina militar y sus crueles políticas de conquista, oprimía a muchas ciudades-estado, incluida Babilonia. Babilonia, la antigua joya de Mesopotamia, se fue apagando gradualmente bajo el dominio asirio, con ciudades en ruinas y el esplendor del templo de Marduk olvidado. Sin embargo, la identificación de los caldeos con la cultura babilónica nunca se desvaneció; consideraban a Babilonia su hogar espiritual, y Nabopolasar era la encarnación de esa identificación.
Su ascenso no fue de la noche a la mañana. La debilidad del Imperio Asirio le brindó una oportunidad. En el año 626 a.C., el reino asirio cayó en el caos, la autoridad central se tambaleaba y las rebeliones locales surgían por doquier. Nabopolasar aprovechó esta oportunidad y, en su calidad de caldeo, inició una revuelta en la ciudad de Babilonia. Se proclamó rey y anunció su separación del control asirio. Este acto fue como una chispa que encendió el deseo de venganza y renacimiento en el corazón de los babilonios.
Unir a los medos: la sabiduría estratégica
Para derrocar al Imperio Asirio, la fuerza de los caldeos por sí sola no era suficiente. Aunque Asiria estaba en problemas internos y externos, su poder militar seguía siendo formidable. Las murallas de Nínive se alzaban imponentes, y su ejército estaba bien entrenado, manteniendo a raya a los pueblos circundantes durante mucho tiempo. Nabopolasar sabía que no podía desafiar a esta colosal entidad por su cuenta. Necesitaba aliados, y ese aliado apareció en el este: los medos.
Los medos habitaban en la meseta iraní y también sufrían bajo la opresión asiria. Su rey, Ciaxares, era un gobernante ambicioso que se dedicaba a unir a las tribus medas en un poderoso estado. Nabopolasar vio con agudeza el potencial de una alianza con los medos. A través de medios diplomáticos, estableció una alianza con Ciaxares, que no solo se basaba en un enemigo común, sino que también se consolidó a través de un matrimonio. Se dice que el hijo de Nabopolasar, Nabucodonosor II, se casó con una princesa medo, lo que profundizó aún más la confianza entre ambas partes.
Esta unión mostró la visión estratégica de Nabopolasar. No solo confiaba en la fuerza militar, sino que entendía cómo utilizar el poder de la diplomacia y las alianzas. Las tácticas de guerrilla de los caldeos combinadas con la ventaja de la caballería de los medos formaron un formidable ejército conjunto. Su objetivo estaba directamente dirigido al corazón de Asiria: Nínive.
La caída de Nínive: el fin de la hegemonía asiria
En el año 612 a.C., Nabopolasar y la coalición medo-babilónica lanzaron un golpe mortal contra Nínive. Esta batalla fue un momento clave en el nacimiento del Nuevo Imperio Babilónico y marcó la destrucción del Imperio Asirio. Nínive, la ciudad que los asirios consideraban la "capital del mundo", contaba con murallas robustas y un complejo sistema de defensas. Sin embargo, la corrupción y la división internas de Asiria debilitaron su capacidad de resistencia.
Según los registros de las Crónicas de Babilonia, el asedio de la coalición a Nínive duró varios meses. La caballería medo cortó las líneas de suministro asirias, mientras que las tácticas acuáticas de los caldeos bloquearon las rutas de transporte del río Tigris. Finalmente, la coalición rompió las murallas, y Nínive se sumió en un mar de fuego. Se dice que el último rey asirio, Sin-shar-ishkun, murió en el fuego de la batalla, y el esplendor de Nínive se convirtió en cenizas. La destrucción de esta ciudad no solo simbolizó el fin de la hegemonía asiria, sino que también marcó un cambio radical en el equilibrio de poder en Mesopotamia.
La caída de Nínive no fue un accidente. El liderazgo de Nabopolasar desempeñó un papel crucial en ello. No solo era un comandante militar, sino también un líder hábil en la coordinación de aliados. Durante la batalla, aseguró la cooperación entre caldeos y medos, evitando conflictos internos y divisiones. Esta unidad fue clave para la victoria y sentó las bases para la creación del Nuevo Imperio Babilónico.
Reconstruir Babilonia: el esplendor de Marduk
Derrocar a Asiria fue solo una parte de la misión de Nabopolasar. Su verdadero objetivo era revitalizar Babilonia y devolver a esta ciudad su antiguo esplendor. Al inicio de su reinado, las murallas de Babilonia estaban dañadas, los templos en ruinas y la moral del pueblo baja. El largo dominio asirio había hecho que Babilonia perdiera su estatus como centro cultural y religioso. Nabopolasar estaba decidido a cambiar todo esto.
Primero se ocupó de reparar las murallas y la infraestructura de Babilonia. Las murallas de Babilonia fueron reforzadas, convirtiéndose en una de las defensas más sólidas de Mesopotamia. También ordenó la reconstrucción del templo de Marduk, el Esagila, que era el núcleo de la religión babilónica. Marduk, como dios principal de Babilonia, simbolizaba el alma de la ciudad. A través de la restauración del culto a Marduk, no solo revitalizó la fe religiosa, sino que también unió al pueblo en apoyo del nuevo régimen.
Durante el proceso de reconstrucción, Nabopolasar demostró su profunda identificación con la cultura babilónica. Se autodenominó "rey de Babilonia", enfatizando que era un gobernante nativo y no un conquistador extranjero. Sus inscripciones registraron los logros en la restauración de templos y canales, llenas de nostalgia por el glorioso pasado de Babilonia y anhelos por el futuro. Estas obras no solo mejoraron la funcionalidad de la ciudad, sino que también se convirtieron en un símbolo de la legitimidad de su gobierno.
Los cimientos del imperio: estabilidad y expansión
El gobierno de Nabopolasar no estuvo exento de desafíos. Las fuerzas remanentes de Asiria aún resistían, y Egipto también intentaba intervenir en el vacío de poder de Mesopotamia. En el año 609 a.C., el faraón egipcio Necao II apoyó a las fuerzas remanentes asirias, intentando restaurar su influencia en Siria y Palestina. Nabopolasar respondió rápidamente, enviando tropas que frustraron los planes egipcios y consolidaron el control de Babilonia en la región.
Sus acciones militares no se limitaron a la defensa. Nabopolasar gradualmente expandió la esfera de influencia de Babilonia hacia Siria y la región del Levante, sentando las bases para las futuras conquistas de su hijo Nabucodonosor II. Durante su reinado, Babilonia pasó de ser una ciudad-estado oprimida a un imperio en formación, controlando las regiones centrales del sur de Mesopotamia.
En términos de gobernanza, Nabopolasar también mostró un enfoque pragmático. Reutilizó el sistema administrativo dejado por Asiria, manteniendo a algunos funcionarios e instituciones, asegurando una transición suave para el imperio. Al mismo tiempo, fomentó el comercio y el desarrollo agrícola, reparando los sistemas de riego dañados por la guerra, lo que permitió que la economía de Babilonia se recuperara gradualmente. Sus políticas sentaron una base sólida para la prosperidad del Nuevo Imperio Babilónico.
El legado en las llamas
El gobierno de Nabopolasar fue como una llama ardiente, breve pero intensa. Gobernó durante 21 años (626 a.C. - 605 a.C.), completando la transformación de líder tribal a fundador de un imperio en su calidad de caldeo. Sus logros no solo radican en haber derrocado la hegemonía asiria, sino en haber reavivado el esplendor de Babilonia. Sus hazañas de unir a los medos, destruir Nínive y reconstruir Babilonia se convirtieron en capítulos legendarios de la historia de Mesopotamia.
Tras su muerte, su hijo Nabucodonosor II heredó el trono y llevó al Nuevo Imperio Babilónico a su apogeo. Los Jardines Colgantes, las majestuosas murallas, los espléndidos templos: estos logros posteriores se construyeron sobre la base que Nabopolasar había establecido. Su gobierno no solo fue una victoria militar y política, sino también un renacimiento cultural. Hizo que el nombre de Babilonia resonara nuevamente en Mesopotamia, convirtiéndose en un símbolo de una era.
La historia de Nabopolasar nos enseña que los giros de la historia a menudo provienen de aquellos que se atreven a desafiar el destino. Él emergió de los pantanos caldeos, llevando consigo la fe en la libertad y el renacimiento, y escribió una leyenda inmortal con sabiduría y valentía. En las llamas del Nuevo Babilonia, su nombre brillará para siempre.