El ascenso de Nabopolasar: de Caldea a la base del imperio

La historia del Imperio Neo-Babilónico comienza con un personaje llamado Nabopolasar. No provenía de una familia real prominente, sino que era originario de la tribu caldea del sur de Mesopotamia, un grupo conocido por su vida nómada y semi-sedentaria, que había permanecido en la sombra bajo el yugo del Imperio Asirio durante mucho tiempo. En el año 626 a.C., el Imperio Asirio se encontraba al borde de la crisis interna y externa, con luchas de poder internas y rebeliones externas que debilitaban su dominio. Nabopolasar aprovechó esta oportunidad histórica, estableciendo su base en la ciudad de Babilonia y encendiendo la chispa de la resistencia contra Asiria.

El éxito de Nabopolasar no fue casual. Demostró una notable sabiduría política y habilidades militares, aliándose con los medos para hacer frente a la hegemonía asiria. Los medos, una poderosa fuerza proveniente de la meseta iraní, también estaban descontentos con la opresión asiria. Juntos, comenzaron a devorar gradualmente el territorio asirio. En el año 612 a.C., Nínive, la capital asiria, cayó bajo el feroz ataque de la coalición, convirtiéndose en ruinas el centro de un imperio que alguna vez fue invencible. Nabopolasar no solo destruyó la fuerza militar asiria, sino que también heredó su legado político y cultural, convirtiendo a Babilonia en el nuevo núcleo de Mesopotamia.

Su dominio no se basó únicamente en la fuerza. Nabopolasar comprendió profundamente la importancia de la propaganda y la religión. Restauró el templo de Marduk en Babilonia, fortaleciendo la posición de Marduk como el dios principal del estado, ganándose el apoyo de la clase sacerdotal y del pueblo. Marduk no solo era el dios guardián de Babilonia, sino también un símbolo de la ideología del imperio. A través de la combinación de religión y política, Nabopolasar sentó las bases sólidas para el nuevo Imperio Neo-Babilónico. Su hijo Nabucodonosor II heredó este legado y llevó al imperio a su apogeo. Sin embargo, en la época de Nabonido, este esplendor comenzó a llegar a su fin.

La ascensión de Nabonido: un comienzo atípico

Nabonido ascendió al trono en el año 556 a.C., y su origen y ascenso están llenos de misterio. A diferencia de Nabopolasar y Nabucodonosor II, Nabonido no era un miembro directo de la familia real. Según las fuentes históricas, podría haber provenido de una familia noble de la región de Harán, y su madre, Adda-Guppi, era una devota adoradora de la diosa lunar Sin, lo que tuvo un profundo impacto en sus inclinaciones religiosas. Su ascenso al trono fue en sí mismo controvertido, ya que no obtuvo el trono a través de un derecho de sucesión claro, sino que pudo haber llegado al poder mediante la política de palacio o el apoyo militar. Esto hizo que su base de poder en Babilonia no fuera sólida.

La llegada de Nabonido coincidió con un momento en que el Imperio Neo-Babilónico enfrentaba desafíos internos y externos. La era de esplendor de Nabucodonosor II trajo prosperidad al imperio, pero también sembró las semillas de problemas. La expansión del imperio generó una enorme presión financiera, mientras que el emergente Imperio Persa estaba en rápida ascensión. Nabonido no solo tenía que enfrentar cómo consolidar el imperio, sino también lidiar con las contradicciones religiosas y políticas internas. Sin embargo, eligió un camino que iba en contra de la tradición: la reforma religiosa, que se convirtió en el núcleo de su gobierno y, en última instancia, condujo a la caída del imperio.

Reforma religiosa: el enfrentamiento entre la diosa lunar Sin y Marduk

La reforma religiosa de Nabonido es la parte más controvertida de su gobierno. En la tradición babilónica, Marduk era el dios supremo, y la clase sacerdotal de Babilonia tenía un profundo control sobre su adoración. Sin embargo, Nabonido colocó a la diosa lunar Sin en una posición prioritaria, intentando elevar su estatus dentro del sistema religioso del imperio. La diosa lunar Sin tenía una larga tradición de adoración en la región de Harán, y la madre de Nabonido era una devota creyente, lo que podría ser la raíz de sus inclinaciones religiosas. No solo restauró el templo de la diosa lunar en Harán, sino que también promovió la adoración de Sin en Babilonia y otras ciudades, incluso colocando a Sin en una posición superior a la de Marduk.

Esta reforma enfureció a la clase sacerdotal de Marduk en Babilonia. No solo eran líderes religiosos, sino que también poseían una gran influencia política y económica. Los sacerdotes vieron la reforma de Nabonido como un desafío al orden tradicional, acusándolo de profanar la autoridad de Marduk. La política religiosa de Nabonido no solo alienó a los sacerdotes, sino que también provocó el descontento del pueblo, ya que la adoración a Marduk ya estaba profundamente arraigada en la cultura y la identidad de los babilonios. Su reforma fue vista como herejía, lo que llevó a una mayor descomposición de la cohesión interna.

Más desconcertante aún, Nabonido eligió abandonar Babilonia a mitad de su gobierno, y se trasladó a la oásis de Teima en Arabia, donde permaneció durante diez años. Delegó los asuntos del trono a su hijo Belsasar, mientras él se concentraba en actividades religiosas y el desarrollo del comercio en Teima. Esta decisión exacerbó aún más el descontento interno en Babilonia. Los sacerdotes y nobles consideraron que el rey había abandonado la capital, y la autoridad del gobierno interino de Belsasar carecía de suficiente legitimidad para hacer frente a la crisis del imperio. La larga ausencia de Nabonido sumió a Babilonia en el caos en su defensa y administración, brindando una oportunidad para la invasión de enemigos externos.

La caída del imperio: el preludio de la conquista persa

La reforma religiosa de Nabonido y su prolongada estancia en Teima debilitaron directamente la estabilidad del Imperio Neo-Babilónico. Al mismo tiempo, el rey persa Ciro II estaba expandiendo rápidamente su imperio. Ciro, con su excepcional talento militar y políticas de gobierno tolerantes, ganó el apoyo de muchas regiones conquistadas. En el año 539 a.C., las fuerzas persas estaban a las puertas de la ciudad de Babilonia, mientras el dominio de Nabonido ya se tambaleaba.

Las defensas de Babilonia se debilitaron significativamente durante la ausencia de Nabonido. El descontento de los sacerdotes de Marduk llevó a que adoptaran una actitud de espera e incluso de bienvenida hacia la invasión persa. Según las Crónicas de Nabonido, el ejército de Ciro entró en la ciudad de Babilonia casi sin resistencia. Se dice que Ciro cambió el curso del río Éufrates, permitiendo que su ejército entrara a la ciudad a través del lecho seco del río; esta estrategia, aunque tiene tintes míticos, refleja la debilidad de las defensas de Babilonia. Nabonido fue finalmente capturado, y su hijo Belsasar supuestamente fue asesinado en un banquete en la corte, marcando así la caída del Imperio Neo-Babilónico.

La victoria de Ciro no se basó únicamente en la fuerza militar. Supo aprovechar hábilmente el descontento interno de Babilonia, proclamándose a sí mismo como el "elegido" de Marduk, ganándose así el apoyo de la clase sacerdotal. Esta estrategia de propaganda contrasta marcadamente con la reforma religiosa de Nabonido, destacando los errores políticos de este último. La política de tolerancia de Ciro también permitió que el pueblo y la nobleza de Babilonia aceptaran rápidamente el dominio persa, y la caída del imperio casi no provocó grandes disturbios.

El legado de Nabonido: el resplandor de una estrella fugaz

El gobierno de Nabonido fue como una estrella fugaz, breve y lleno de controversia. Su reforma religiosa, aunque surgió de una profunda fe personal, ignoró los valores fundamentales de la sociedad babilónica, lo que llevó a divisiones y descontento internos. Su prolongada estancia en Teima expuso aún más la vulnerabilidad del imperio, allanando el camino para la conquista persa. Sin embargo, Nabonido no fue completamente negativo. Sus actividades en Teima promovieron el desarrollo del comercio en la región árabe, y el templo de la diosa lunar restaurado dejó una huella en el renacimiento cultural de la región de Harán. Su fracaso en el gobierno no fue simplemente una falta de capacidad personal, sino un error en el equilibrio entre política y religión.

En comparación con el ascenso de Nabopolasar, la caída de Nabonido parece ser un contraste marcado. Nabopolasar, a través de la unión de fuerzas externas, la restauración de tradiciones religiosas y el fortalecimiento del apoyo interno, logró establecer el Imperio Neo-Babilónico. En cambio, Nabonido, debido al radicalismo religioso y la alienación de las clases de poder centrales, aceleró el colapso del imperio. Las historias de ambos trazan conjuntamente la trayectoria de auge y caída del Imperio Neo-Babilónico: desde el ascenso de la tribu caldea, hasta la controversia de la adoración a la diosa lunar, y finalmente la conclusión bajo el yugo persa.

La historia del Imperio Neo-Babilónico nos recuerda que el auge y la caída de un imperio no son solo una lucha militar y económica, sino también una batalla cultural y de creencias. El fracaso de Nabonido radica en su intento de desafiar la tradición por sí solo, sin encontrar un equilibrio entre el cambio y la estabilidad. Su historia, aunque breve, dejó una página única en el largo río de la historia de Mesopotamia, que provoca tanto suspiros como reflexiones.

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