El comienzo del caso: el letal reloj de bolsillo
A principios de la década de 1920, Buenos Aires estaba en su apogeo económico y cultural. Los inmigrantes de Europa inyectaron vitalidad a la ciudad, y los relojes se convirtieron en un símbolo de estatus y gusto, muy populares en la alta sociedad. En este contexto, un relojero llamado Esteban Casares (nombre ficticio, su verdadera identidad sigue siendo desconocida) abrió una pequeña pero exquisita relojería en la ciudad, especializada en relojes de bolsillo hechos a mano. Sus obras eran conocidas por su exquisitez, cada reloj parecía una obra de arte, y el ritmo de los engranajes encajando era como el latido de la vida. Sin embargo, detrás de estas delicadas máquinas se ocultaba un secreto mortal.
En la primavera de 1923, un rico banquero, Juan Martínez, murió repentinamente en su casa tras comprar un reloj de bolsillo hecho por Casares. La autopsia reveló que su muerte fue causada por un tipo de toxina desconocida que provocó un paro cardíaco, y la fuente de la toxina apuntaba a un dispositivo en miniatura dentro del reloj: una aguja venenosa delgada como un cabello, oculta en el mecanismo de la tapa del reloj. Esta aguja se insertaba silenciosamente en la piel al abrir el reloj, liberando un veneno mortal. La muerte de Martínez fue inicialmente considerada un accidente, pero cuando un segundo caso similar ocurrió en el otoño de ese mismo año, las autoridades comenzaron a sospechar que no era una coincidencia.
La segunda víctima fue un joven abogado llamado Carlos Fernández. Él también compró un reloj de bolsillo de Casares y murió días después con los mismos síntomas. La similitud entre los dos casos llamó la atención de la policía, pero la tienda de Casares se cerró misteriosamente antes de que comenzara la investigación, y el propio propietario desapareció. La posterior investigación reveló al menos otros tres casos de muertes sospechosamente relacionadas, todas pertenecientes a la élite de Buenos Aires y vinculadas a los relojes de Casares. El punto en común de estos casos es que las víctimas fueron apuñaladas por la aguja venenosa al abrir el reloj, y la toxina actuó rápidamente, casi sin dejar rastro.
Un método criminal preciso: la combinación de la aguja venenosa y el reloj
El diseño de Casares es considerado una maravilla en la historia del crimen. Sus relojes de bolsillo no solo eran visualmente atractivos, sino que su estructura interna era extremadamente compleja. Según análisis posteriores, cada reloj contenía un dispositivo mecánico en miniatura que podía activar la liberación de la aguja venenosa al abrir la tapa. Este dispositivo requería un nivel de artesanía muy alto, muy por encima de la capacidad de un relojero promedio de la época. Se especula que la aguja venenosa estaba hecha de acero, recubierta con alguna sustancia altamente tóxica, posiblemente cianuro o un veneno neurotóxico de origen vegetal. Estas toxinas eran extremadamente difíciles de identificar con la tecnología de detección de la época, lo que a menudo llevaba a que las autopsias no pudieran determinar la causa de la muerte.
Más inquietante aún, los relojes de Casares parecían ser seleccionados cuidadosamente, vendidos solo a clientes específicos. Estos clientes eran en su mayoría figuras prominentes de la sociedad, incluidos banqueros, abogados y médicos, todos con riqueza e influencia. La policía especuló que Casares podría haber filtrado a sus objetivos de alguna manera, asegurando que el efecto letal de la aguja solo se dirigiera a un grupo específico. Este método de crimen selectivo hacía que el caso fuera aún más extraño, ya que insinuaba una motivación más profunda, en lugar de un simple asesinato al azar.
El diseño de la aguja venenosa mostraba la obsesión de Casares por la mecánica. No solo era un experto en la fabricación de relojes, sino que también tenía un profundo conocimiento de la mecánica en miniatura y de los venenos químicos. Se dice que realizaba experimentos en secreto en el sótano de su tienda, intentando combinar toxinas con dispositivos mecánicos para crear la herramienta de asesinato "perfecta". Este uso de la artesanía precisa generó un amplio pánico en la Buenos Aires de la época, ya que la gente comenzó a dudar de este objeto cotidiano, e incluso algunos asociaron la profesión de relojero con la muerte.
Análisis psicológico: obsesión y deseo de control del tiempo
Detrás de las acciones criminales de Casares, parece haber una motivación psicológica patológica. Psicólogos y criminólogos, al analizar casos similares, a menudo relacionan este tipo de comportamiento con el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o un deseo extremo de control. Los relojes de bolsillo de Casares no solo eran herramientas de asesinato, sino también un símbolo de su control sobre el tiempo y el destino. A través de dispositivos mecánicos precisos, "congelaba" la vida de las víctimas en un momento específico, un comportamiento que podría reflejar su profundo miedo al paso del tiempo.
Los pacientes con TOC a menudo alivian su ansiedad interna a través de comportamientos repetitivos o rituales. El reloj de bolsillo de Casares puede verse como una herramienta ritualizada: el proceso de fabricación de cada reloj era extremadamente complicado, y la configuración de la aguja venenosa requería una gran concentración. Este trabajo repetitivo y preciso podría haberle proporcionado una cierta satisfacción psicológica. Al mismo tiempo, el reloj, como símbolo del tiempo, se alineaba perfectamente con su deseo de control. A través de la aguja venenosa, no solo controlaba la vida de las víctimas, sino que también, en cierto sentido, "controlaba" el paso del tiempo.
Además, la elección de Casares de las élites sociales como objetivos podría estar relacionada con su compleja psicología respecto al poder. Estas víctimas representaban el símbolo del orden social y el éxito, y al quitarles la vida a través del reloj, Casares podría estar expresando un desafío o envidia hacia ese orden. Sus acciones llevaban un fuerte significado simbólico, como si, a través de la mecánica y el veneno, estuviera mostrando al mundo su control silencioso sobre el destino.
Contexto social: Buenos Aires en la década de 1920
Para entender la "conspiración del relojero", es necesario situarla en el contexto histórico y social de Buenos Aires en la década de 1920. En ese momento, Argentina estaba experimentando una rápida modernización y urbanización, y Buenos Aires, como centro cultural y económico de Sudamérica, atraía a una gran cantidad de inmigrantes europeos. Inmigrantes de Italia, España y Alemania trajeron técnicas avanzadas de artesanía, y la profesión de relojero era muy respetada en la ciudad. Sin embargo, la división de clases sociales también se estaba intensificando, y la concentración de riqueza y poder generaba descontento entre las clases más bajas.
Casares podría ser un inmigrante o descendiente de inmigrantes, su tienda, aunque pequeña, atrajo la atención de la alta sociedad debido a su exquisita artesanía. Sin embargo, sus acciones criminales podrían reflejar una respuesta distorsionada a la injusticia social. Elegir a la élite como objetivo podría ser una protesta silenciosa contra la rigidez de las clases sociales. Además, la Buenos Aires de la década de 1920 carecía de tecnología moderna de investigación criminal, y los métodos de análisis de venenos y mecánica en miniatura eran muy limitados, lo que proporcionó un refugio natural para los crímenes de Casares.
La Buenos Aires de la época también era la cuna de la cultura del tango, y las noches de la ciudad estaban llenas de música y pasión. Sin embargo, esta aparente prosperidad ocultaba tensiones internas en la sociedad. El caso de Casares reflejaba en cierta medida las contradicciones de este período: el progreso tecnológico coexistía con la injusticia social, y la artesanía tradicional se entrelazaba con el crimen moderno. Su reloj de bolsillo no solo era un registrador del tiempo, sino también un reflejo de las sombras de la época.
Dificultades de la investigación y misterios sin resolver
La investigación de la policía de Buenos Aires fue difícil desde el principio. En primer lugar, la identidad de Casares era un misterio. La información de registro de su tienda era confusa, posiblemente falsificada, y los vecinos y clientes tenían descripciones contradictorias de él. Algunos decían que era callado y se concentraba en su trabajo; otros lo describían como encantador y sociable. Esta descripción contradictoria dificultó a la policía formar una imagen real de él.
En segundo lugar, la complejidad del dispositivo de la aguja venenosa superaba la capacidad técnica de la policía. La tecnología de investigación criminal en Argentina en ese momento no estaba desarrollada, y carecía de medios para analizar mecánica en miniatura y toxinas desconocidas. La aguja venenosa en el reloj, al activarse, a menudo se retraía a su posición original, lo que dificultaba su detección, lo que llevó a que muchos casos fueran malinterpretados como muertes naturales. Además, Casares se movía rápidamente después de cada crimen, el cierre de su tienda y su desaparición hicieron que la policía perdiera pistas de seguimiento.
Otro misterio sin resolver del caso es la motivación de Casares. La policía especuló que podría haber sido impulsado por intereses económicos, obteniendo grandes beneficios al vender los relojes y luego eliminando a los compradores a través de la aguja venenosa para encubrir las huellas de la transacción. Sin embargo, esta explicación no puede explicar completamente por qué eligió a ciertas élites sociales como objetivos. Otra teoría sugiere que Casares podría haber tenido un rencor personal contra alguna de las víctimas, y sus acciones criminales fueron una forma de venganza, pero esta hipótesis carece de pruebas directas.
Lo más desconcertante es que el paradero final de Casares es desconocido. Después de 1924, los registros sobre él desaparecieron por completo, como si nunca hubiera existido. Algunos especulan que escapó a Europa, ocultando su identidad y continuando su trabajo como relojero; otros creen que pudo haber muerto a causa de su propio dispositivo de aguja venenosa, convirtiéndose en víctima de su propio diseño preciso. Estas especulaciones aún no han sido confirmadas.
Impacto y legado del caso
La "conspiración del relojero", aunque causó un gran revuelo en su momento, rápidamente se vio ahogada en el flujo del tiempo debido a la limitada cobertura mediática y al manejo discreto de la policía. En la Buenos Aires de la década de 1920, no había medios modernos de comunicación, y los informes relacionados con el caso aparecían principalmente en periódicos locales, a menudo vagamente. Con el tiempo, este caso fue olvidado, convirtiéndose en un capítulo poco conocido en la historia del crimen.
Sin embargo, el caso tuvo un profundo impacto en la industria relojera y en la psicología pública. Durante un tiempo, los residentes de Buenos Aires desarrollaron un miedo generalizado hacia los relojes de bolsillo, y los negocios de los relojeros se vieron afectados. Algunos relojeros comenzaron a demostrar públicamente su proceso de fabricación para probar la seguridad de sus productos. Además, el caso llevó a que el departamento de investigación criminal de Argentina comenzara a prestar atención a la toxicología y al análisis mecánico, aunque los verdaderos avances tecnológicos no llegarían hasta décadas después.
Desde una perspectiva psicológica, la "conspiración del relojero" proporciona un caso clásico para estudiar la relación entre el TOC y el comportamiento criminal. La obsesión de Casares por la mecánica precisa y su patológico deseo de controlar el tiempo ofrecen valiosos materiales de análisis para los psicólogos criminales posteriores. Su comportamiento indica que el TOC puede evolucionar hacia una violencia extrema en situaciones específicas, especialmente cuando la necesidad de control de un individuo no puede satisfacerse por medios normales.