Contexto del caso: la atmósfera social de Copenhague en el siglo XIX

A mediados del siglo XIX, Dinamarca se encontraba en un período de transformación social. La ola de la Revolución Industrial aún no había arrasado completamente este país nórdico, y Copenhague, como capital, mantenía una fuerte atmósfera tradicional. Los farmacéuticos eran en ese momento una profesión muy respetada pero también misteriosa en la sociedad. No solo eran los preparadores de medicamentos, sino que a menudo desempeñaban el papel de médicos, químicos e incluso consejeros populares. Sin embargo, con la difusión del conocimiento químico y el aumento de casos de abuso de venenos, la confianza del público en los farmacéuticos fue gradualmente reemplazada por la sospecha. Sustancias altamente tóxicas como el arsénico y el cianuro eran comunes en la industria farmacéutica, pero el público en general sabía muy poco sobre el origen y el uso de estas sustancias. Esta asimetría de información exacerbó el pánico social sobre el envenenamiento.

En la década de 1840, los frecuentes casos de envenenamiento en toda Europa intensificaron aún más esta inquietud. Los periódicos estaban llenos de titulares sensacionalistas que describían muertes extrañas de nobles, comerciantes e incluso ciudadanos comunes debido a venenos. Los ciudadanos de Copenhague eran especialmente sensibles a esto, ya que la clase media y la clase trabajadora de la ciudad dependían de los jarabes proporcionados por los farmacéuticos para tratar enfermedades cotidianas, y las recetas de los farmacéuticos a menudo eran el "salvavidas" de las familias. En este contexto, cualquier muerte relacionada con un farmacéutico podría provocar una fuerte reacción.

Hans Christian Nielsen era el propietario de una pequeña farmacia en Copenhague. Su farmacia estaba ubicada en las afueras de la ciudad y atendía a la clase trabajadora y a los ciudadanos de clase baja. Nielsen había ganado la confianza de la comunidad por su meticulosa actitud laboral y sus precios bajos. Sin embargo, en el verano de 1847, una serie de muertes misteriosas lo llevaron al centro de la atención.

Desarrollo del caso: de la sospecha a la condena

En junio de 1847, la madre de una familia trabajadora en Copenhague murió repentinamente tras tomar un jarabe para la tos preparado por Nielsen. Los familiares de la fallecida afirmaron que el jarabe tenía un olor extraño y que la difunta presentó espasmos y vómitos severos después de tomarlo. Días después, otra clienta, una joven, también murió tras tomar un jarabe que Nielsen había proporcionado para tratar la fiebre. Estos dos incidentes rápidamente llamaron la atención de la comunidad, y comenzaron a circular rumores: la farmacia de Nielsen podría estar "envenenando intencionadamente".

Después de que la policía interviniera en la investigación, se descubrió que el cuerpo de la fallecida contenía trazas de arsénico. El arsénico era un componente comúnmente utilizado por los farmacéuticos en ese momento para tratar ciertas enfermedades, pero la dosis debía ser estrictamente controlada. Los registros de las recetas de Nielsen mostraban que efectivamente había añadido trazas de arsénico al jarabe, pero la dosis estaba muy por debajo del nivel letal. Sin embargo, el pánico del público se intensificó rápidamente, y los periódicos publicaron informes sensacionalistas, acusando a Nielsen de ser un "asesino envenenador y frío". En el mes siguiente, otros tres casos de muertes similares fueron atribuidos a la farmacia de Nielsen, a pesar de que dos de los fallecidos habían padecido enfermedades graves y la evidencia no era suficiente.

Impulsada por la presión social, la policía arrestó a Nielsen en agosto de 1847. El juicio se llevó a cabo a principios de 1848, donde la fiscalía acusó a Nielsen de haber añadido intencionadamente una dosis excesiva de arsénico al jarabe, asesinando al menos a cinco clientes. Nielsen insistió en su inocencia, señalando que los registros de las recetas indicaban claramente que la dosis cumplía con los estándares y que los ingredientes utilizados en la farmacia provenían de proveedores confiables. Sin embargo, la fiscalía, en nombre de la "seguridad pública", enfatizó la peligrosidad del arsénico y sugirió que Nielsen podría haber cometido el crimen por motivos económicos o rencores personales.

Durante el juicio, el abogado defensor de Nielsen intentó introducir los registros de las recetas como evidencia, pero el tribunal consideró que estos registros podrían haber sido alterados y no los aceptó. Además, los testimonios de varios expertos médicos no lograron cambiar la situación, ya que en ese momento la toxicología no estaba desarrollada y la tecnología para detectar dosis de arsénico era limitada. La fuerte emoción del público influyó aún más en el proceso judicial, y el jurado, tras menos de dos días de deliberación, condenó a Nielsen a cadena perpetua. Nielsen fue enviado a una prisión en las afueras de Copenhague, su farmacia fue clausurada y su familia cayó en la pobreza.

Causas del error judicial: presión social y discriminación profesional

El error en el caso de Nielsen no fue un evento aislado, sino un reflejo de las deficiencias de la sociedad y el sistema judicial del siglo XIX. Los siguientes factores contribuyeron a esta injusticia:

  • Pánico colectivo sobre el envenenamiento

En el siglo XIX, en Europa, el envenenamiento era visto como una forma de crimen oculta y aterradora. La invisibilidad del veneno y el conocimiento especializado de los farmacéuticos generaban en el público sentimientos contradictorios: dependencia y miedo. El caso de Nielsen coincidió con el pico del pánico por envenenamiento, y los periódicos y la opinión pública retrataban a los farmacéuticos como "demonios" potenciales. Este pánico colectivo llevó a la policía y al tribunal a identificar rápidamente a Nielsen como sospechoso, a pesar de la falta de pruebas, para calmar la inquietud pública.

  • Procedimientos judiciales apresurados

El sistema judicial danés de la época, al tratar casos relacionados con venenos, a menudo se inclinaba hacia el principio de "es mejor matar a un inocente que dejar escapar a un culpable". Los registros de las recetas de Nielsen debieron ser una evidencia clave, pero la policía no los analizó en profundidad ni investigó otras posibilidades, como la calidad de los ingredientes del proveedor o la salud de los clientes. La negligencia del tribunal hacia la evidencia médica exacerbó aún más el error judicial. Las limitaciones de la toxicología impidieron a la fiscalía distinguir con precisión si el arsénico en el jarabe había sido añadido intencionadamente o si era una contaminación accidental, y el jurado, influenciado por la presión social, tendía a creer la explicación más sensacionalista.

  • Discriminación profesional y prejuicios de clase

Los farmacéuticos ocupaban una posición incómoda en la sociedad danesa del siglo XIX. Aunque estaban profesionalmente capacitados, a menudo eran considerados "médicos de medio tiempo", con un estatus inferior al de los médicos formales. La farmacia de Nielsen atendía a la clase trabajadora, lo que le hacía carecer de prestigio ante la alta sociedad. La fiscalía insinuó en varias ocasiones durante el juicio que Nielsen podría haber "tomado riesgos" debido a presiones económicas, una acusación que contenía un claro prejuicio de clase. Además, los farmacéuticos, como manipuladores de sustancias químicas, eran fácilmente etiquetados como "elementos peligrosos", y esta discriminación profesional debilitó aún más la capacidad de defensa de Nielsen.

Revelación de la verdad: los esfuerzos de los descendientes y la reaparición de pruebas

Nielsen murió en prisión en 1855, y su caso fue gradualmente olvidado por el público. Sin embargo, en la década de 1890, una de sus nietas, llamada María, descubrió los registros de recetas de Nielsen y la correspondencia con los proveedores mientras organizaba los objetos familiares. Estos documentos detallaban la lista de ingredientes que Nielsen había comprado a un proveedor de productos químicos en Copenhague, así como el proceso de preparación de cada lote de jarabe. María entregó estos documentos a un académico que investigaba la toxicología, intentando limpiar el nombre de su abuelo.

El análisis del académico reveló un hecho sorprendente: algunos lotes de arsénico utilizados por Nielsen habían sido adulterados por el proveedor con impurezas de alta concentración. Estas impurezas podrían haber sido el resultado de negligencia del proveedor durante el transporte o almacenamiento, lo que llevó a que la toxicidad del arsénico superara las expectativas. Un análisis químico adicional confirmó que la cantidad de arsénico detectada en ciertos jarabes coincidía con los ingredientes proporcionados por el proveedor, y no con una adición intencionada por parte de Nielsen. Este hallazgo desmanteló la base del juicio original, demostrando que Nielsen no había cometido asesinato intencionado.

María intentó solicitar una revisión del caso ante las autoridades, pero dado que Nielsen había fallecido y el caso había pasado décadas, la solicitud no fue aceptada oficialmente. A pesar de esto, la academia y algunos medios comenzaron a reevaluar este caso. En 1898, un periódico de Copenhague publicó un artículo sobre el caso de Nielsen, pidiendo reformas en el sistema judicial y en la regulación de proveedores. Sin embargo, debido a la falta de archivos digitales modernos, los detalles de este caso no se difundieron ampliamente y siguen siendo poco conocidos hasta hoy.

Análisis profundo de los factores sociales y profesionales

El caso de Nielsen no solo es una tragedia personal, sino que también refleja la complejidad del entorno social y profesional del siglo XIX. En primer lugar, el miedo social al veneno se deriva de la desconexión entre la difusión del conocimiento científico y la educación pública. Los ciudadanos comunes solo conocían la letalidad de sustancias como el arsénico, sin saber nada sobre el proceso de preparación de medicamentos por parte de los farmacéuticos. Esta asimetría de información llevó a una crisis de confianza, convirtiendo a los farmacéuticos en chivos expiatorios.

En segundo lugar, las deficiencias del sistema judicial quedaron expuestas en el caso. La tecnología de toxicología de la época no podía detectar con precisión el origen de los venenos, pero el tribunal, impulsado por la presión social, priorizaba la "seguridad pública" sobre la verdad de los hechos. Esta lógica judicial de "anteponer la ira popular" no era infrecuente en la Europa del siglo XIX, especialmente en casos que involucraban profesiones emergentes como la de farmacéutico.

Por último, la discriminación profesional desempeñó un papel importante en el caso. Los farmacéuticos, como una profesión intermedia entre médicos y comerciantes, a menudo eran menospreciados por la alta sociedad. La clientela de clase trabajadora de Nielsen disminuyó aún más su credibilidad en el tribunal. En contraste, los proveedores, como entidades comerciales más grandes, eran menos investigados, lo que reflejaba los prejuicios de la sociedad de la época hacia diferentes grupos profesionales.

Conclusión: una advertencia histórica

La sospecha de envenenamiento por parte de un farmacéutico en Copenhague es un caso de injusticia que ha sido enterrado por la historia, pero que nos ofrece profundas lecciones. Nos recuerda cómo el pánico social y los prejuicios profesionales pueden distorsionar la justicia judicial, así como el papel clave de la evidencia científica en la disolución de la niebla. La tragedia de Nielsen se originó en las limitaciones de su tiempo, pero los esfuerzos de sus descendientes nos muestran que la verdad puede llegar tarde, pero nunca falta. Este caso también nos invita a reflexionar: en una era de explosión de información, ¿cómo evitar repetir los errores del siglo XIX y asegurar que el sistema judicial se base en hechos, en lugar de ser influenciado por la opinión pública y los prejuicios?

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