El 28 de julio de 2025, un anuncio de la Asociación Budista de China proclamó el final de una era: “Cancelación del certificado de orden de Shi Yongxin” — estas seis palabras cortaron como una cuchilla el último lazo entre el abad del Templo Shaolin y la comunidad budista. Cuando esta estrella internacional de la religión, que alguna vez vistió una túnica dorada, fue despojada de su estatus monástico, no solo presenciamos la caída de un individuo, sino también el colapso total de un símbolo religioso en medio de la corriente comercial y las grietas del sistema. La dramática inversión de dos investigaciones en diez años reveló el ciclo más irónico en la historia de la gobernanza religiosa en China: en 2015, un grupo de investigación oficial probó su inocencia, y en 2025, múltiples departamentos lo acusaron de delitos penales; la historia en este momento mostró sus afilados dientes de sierra.

I. Cancelación del certificado: el juicio final de la ética religiosa

El certificado tiene un peso en el budismo chino que supera la imaginación secular. Este documento emitido por la institución monástica no solo es una prueba legal de la calificación religiosa de un monje, sino también un pasaporte que conecta los mundos monástico y secular. Su cancelación significa que Shi Yongxin ha sido expulsado permanentemente de la comunidad budista, sin derecho a participar en ninguna actividad religiosa, e incluso “en el futuro se le prohibirá volver a ordenarse”. El anuncio de la Asociación Budista de China fue inusualmente severo, señalando que su comportamiento de “mantener relaciones inapropiadas con varias mujeres y tener hijos ilegítimos” rompió la regla fundamental de “no lujuria”, desmoronando por completo la sacralidad de su identidad como “maestro”.

Más simbólicamente, se produjo una separación de poder simultánea: la información de Shi Yongxin desapareció de la sección “Instituciones de liderazgo” en el sitio web de la Asociación Budista de China, y su cargo como vicepresidente fue efectivamente terminado; el maestro Yinle, abad del Templo Baima en Luoyang, asumió de inmediato el cargo de abad del Templo Shaolin. La organización religiosa cortó rápidamente sus lazos con el “transgresor”; este mecanismo de auto-purificación debería resaltar la conciencia moral de la comunidad budista, pero debido a su retraso de diez años, se tiñó de un matiz de auto-salvación.

II. Shaolin comercial: el vacío institucional bajo la túnica del capital

El punto de conflicto más agudo en el caso de Shi Yongxin radica en la **ruptura entre el imperio comercial del Templo Shaolin y la esencia religiosa**. La investigación mostró que él controlaba el 80% de las acciones a través de la empresa de gestión de activos intangibles de Shaolin en Henan, dominando una vasta red comercial con ingresos anuales superiores a 300 millones de yuanes. Esta estructura, que se presenta como “tenencia en nombre de”, es extremadamente frágil: el templo no tiene personalidad jurídica, las acciones son mantenidas por monjes que firman un compromiso de “sin derechos de propiedad, sin derechos de disposición, sin derechos de ingresos”, pero en la realidad genera un monstruo de poder sin restricciones.

Cuando el Templo Shaolin adquirió terrenos para desarrollo en 2022 por **452 millones de yuanes**, cuando la marca “Shaolin” registró más de 700 marcas y la expansión de templos en el extranjero alcanzó más de 30 lugares, la esencia del lugar religioso ha sido reconfigurada por el capital. Más mortal aún es la caja negra financiera: los fondos del templo nunca han sido auditados de manera independiente, lo que hace que las acusaciones de “malversación de fondos del proyecto y activos del templo” sean como una espada colgante en el aire. La comercialización de las organizaciones religiosas no es un pecado original, pero cuando la **estructura de tenencia** se convierte en un área ciega de regulación, y cuando la marca de fe se convierte en una ficha de capital, el sonido de la campana del Templo Shaolin ya está mezclado con el tintineo de demasiadas monedas de oro.

III. Ciclo de diez años: la metáfora de la inversión de conclusiones de la investigación

La diferencia en las conclusiones de las investigaciones de 2015 y 2025 constituye un espejo histórico de gran ironía. Hace diez años, frente a las denuncias de Shi Yanlu y otros, el grupo de investigación oficial respondió detalladamente a siete grandes dudas: confirmó la doble nacionalidad de Shi Yongxin pero enfatizó que no la había utilizado; aclaró que la propiedad del automóvil de lujo pertenecía al templo; negó la acusación de soborno de 7 millones de yuanes y la malversación de ingresos de incienso. La conclusión fue contundente: “No se encontraron problemas económicos”.

Sin embargo, las acusaciones diez años después desmantelaron la anterior afirmación: la malversación de fondos, los hijos ilegítimos y otros casos “sin pruebas” se convirtieron en el núcleo del nuevo informe. Esta inversión expone la profunda dificultad subyacente:

La particularidad de las investigaciones de casos religiosos: los monjes no son funcionarios del partido, los templos no son unidades estatales, y la comisión de disciplina tiene dificultades para intervenir.

La dificultad en la determinación de pruebas: las denuncias de hace años fueron señaladas como “falta de pruebas decisivas”, mientras que hoy la verificación de ADN y el rastreo de fondos transfronterizos se han convertido en claves para romper el estancamiento.

Los obstáculos en la colaboración entre departamentos: hace diez años solo el departamento religioso “entendía y verificaba”, mientras que esta vez la investigación conjunta de múltiples departamentos logró romper las barreras.

Cuando los líderes religiosos navegan en la zona gris entre las reglas monásticas y la conformidad comercial, y cuando la estructura de “tenencia” se convierte en un aislante de la regulación legal, la trayectoria de la caída de Shi Yongxin es en realidad un producto inevitable de la falta de un sistema.

IV. Credibilidad de la fe: la dificultad de reconstruir sobre las ruinas

Las ondas de choque del evento han superado con creces el ámbito personal. Los rumores que circulan en las redes sociales sobre “174 hijos” y “activos de miles de millones” han sido desmentidos, pero reflejan la profunda ansiedad del público sobre la corrupción religiosa. Más grave es el impacto internacional: la imagen cultural global establecida por el Templo Shaolin durante más de treinta años está tambaleándose bajo el título de “el abad involucrado en delitos penales”.

La postura de corte urgente de la Asociación Budista de China revela la crisis sistémica de toda la comunidad religiosa: cuando el Templo Shaolin se convierte en sinónimo de un desequilibrio entre comercio y fe, ¿cómo puede el público confiar en que otros templos no repitan los mismos errores? Cuando el **título de abad** está profundamente vinculado al poder del capital, ¿dónde queda la capacidad espiritual de convocar a la pureza en la comunidad budista? El caso de Shi Yongxin es como una piedra arrojada al lago de la religión, cuyas ondas esconden fragmentos de la autoridad de la fe.

Diez años han pasado, desde el “sin pruebas” del grupo de investigación de 2015 hasta la sombría cancelación del certificado en 2025, la identidad de Shi Yongxin ha completado un asombroso cambio entre “santo” y “criminal”. Cuando Shi Yongxin firmó en la sala de interrogatorios, las acciones del 80% de la empresa de activos intangibles de Shaolin que él mantenía se convirtieron en una oscura broma — esto es precisamente **la metáfora de la dificultad de la modernización religiosa en China: cuando los templos chocan con la sociedad comercial, el diseño institucional no ha logrado establecer una barrera de protección entre la fe y el capital**. Ahora, sobre las ruinas, la reconstrucción no debe limitarse a reemplazar al abad o cancelar el certificado, sino que también debe construir un **mecanismo de transparencia financiera** y un **sistema de equilibrio de poder religioso**, para que cada centavo de donaciones pueda ser rastreado y para que el poder de cada abad esté bajo supervisión.

Solo cuando la campana matutina de Shaoshi Mountain vuelva a sonar por la práctica y no por el precio de las acciones, la religión podrá mantener esa indispensable orilla espiritual en medio de la marea del capital.

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