Singapur en los años 1950 era una isla diminuta, con una superficie de poco más de 700 km², y esta superficie a menudo se compara con la de Phú Quốc en Vietnam. No había recursos naturales, no había petróleo, ni oro, ni siquiera agua dulce para beber, que tenía que ser importada de Malasia a través de un largo tubo. La población en ese momento era de aproximadamente 1,6 millones de personas apiñadas en barrios de chabolas sucias, fangosas, con un olor nauseabundo. Chinos, malayos, indios y un poco de europeos vivían mezclados.

Los conflictos étnicos ocurrían a diario, las pandillas dominaban, el crimen estaba por todas partes, el desempleo era altísimo, muchas familias no podían permitirse una comida decente. Hablando claro, Singapur en ese momento no era diferente de un basurero en medio del océano. Nadie, ni siquiera los más optimistas, se atrevían a pensar que esta isla podría convertirse en un dragón de Asia. Sin embargo, de entre los escombros, un hombre se atrevió a levantarse y declarar que convertiría este lugar en una joya. Ese hombre era Lee Kuan Yew.

Lee Kuan Yew, cuyo nombre en inglés es Le Quangel, nació el 16 de septiembre de 1923 en una familia china de clase trabajadora en Singapur. Creció en un barrio nada especial, siendo testigo de la desigualdad y la pobreza desde pequeño. Su padre era empleado de una tienda, su madre era una ama de casa trabajadora, siempre esforzándose por mantener a la familia. Aunque no eran ricos, hicieron todo lo posible para que Lee Kuan Yew pudiera recibir una buena educación. Y el niño Lee no decepcionó a su familia. Era un estudiante excepcional, siempre en la cima de su clase y ganó una prestigiosa beca para estudiar derecho en la Universidad de Cambridge, una de las instituciones más prestigiosas del mundo.

En Cambridge, no solo estudió derecho, sino que también amplió su visión del mundo. Leía vorazmente sobre historia, política, economía, observando cómo funcionaban y se desarrollaban las naciones. Al regresar a Singapur en 1950, trajo consigo un gran sueño: construir un país independiente, justo y próspero. Pero sabía bien que con un lugar caótico como Singapur, ese sueño no era más que un sueño imposible. En 1954, junto con un grupo de amigos cercanos, fundó el Partido de Acción Popular. Este partido no solo era una organización política, sino también la encarnación de la visión de Lee Kuan Yew, un Singapur sin distinción étnica, sin corrupción, que pudiera estar a la par con las potencias mundiales.

Pero el camino para realizar este sueño no fue fácil. Tuvo que enfrentarse a pandillas, a otros movimientos y a la desconfianza de la propia población. En una ocasión, su vida fue amenazada, pero Lee Kuan Yew nunca se echó atrás. En 1959, después de años de lucha incesante, su partido ganó abrumadoramente las elecciones. Se convirtió en el primer primer ministro de Singapur cuando el país recibió autonomía de Gran Bretaña. Pero la autonomía no significaba independencia total. Singapur seguía dependiendo de Gran Bretaña para la defensa y la diplomacia, y en su interior había un caos total, con conflictos étnicos, protestas y movimientos que amenazaban continuamente la estabilidad.

Lee Kuan Yew entendió que si no lograba unir a esta sociedad multirracial, Singapur siempre sería una bomba de tiempo. Propuso una idea audaz: construir una sociedad multicultural y multilingüe donde todos, sin importar si eran chinos, malayos o indios, fueran tratados por igual. En 1963, con la esperanza de traer estabilidad y oportunidades económicas, Lee Kuan Yew llevó a Singapur a unirse a la Federación de Malasia. Pensó que la unificación con Malasia ayudaría a Singapur a aprovechar recursos y un gran mercado. Pero este sueño se desmoronó rápidamente. Malasia priorizaba políticas que favorecían a los malayos sobre otras comunidades. Mientras que Lee Kuan Yew defendía firmemente una sociedad igualitaria donde nadie fuera discriminado por su etnia. Las tensiones aumentaron, lo que llevó a violentos disturbios étnicos en 1964. Y solo un año después, en 1965, ocurrió un evento impactante.

Singapur fue expulsado de Malasia. Un país pequeño, sin recursos, sin ejército, sin agua dulce, fue arrojado al medio del océano. Muchos creían que Singapur colapsaría en pocos años o, peor aún, sería absorbido por otro país. Pero Lee Kuan Yew no pensaba así. Él y su equipo se enfrentaron a una tarea casi imposible: transformar una isla pobre y caótica en una nación próspera. Sin tiempo para quejarse, se puso a trabajar y actuó con una serie de estrategias audaces, a veces impactantes, que cambiaron completamente el destino de Singapur. Primero, sabía que la corrupción era el enemigo número uno de cualquier nación.

Para abordar este problema, fortaleció la agencia de investigación de corrupción establecida en 1952 y les otorgó poderosas facultades para investigar a cualquiera, desde empleados comunes hasta altos funcionarios. Pero Lee Kuan Yew no solo castigaba, hizo algo que pocos líderes se atreverían a pensar: pagar salarios muy altos a los funcionarios del gobierno. Explicó que si se pagaban salarios bajos, estarían tentados por sobornos, pero si se pagaban salarios altos, no tendrían necesidad de corromperse. Como resultado, Singapur se convirtió en uno de los países menos corruptos del mundo. Porque los empleados eran bien remunerados y la agencia de investigación de corrupción funcionaba de manera extremadamente eficiente.

A continuación, se dio cuenta de que Singapur no tenía recursos naturales, por lo que debía aprovechar su ubicación geográfica estratégica. Situado en el centro de la ruta marítima Este-Oeste, decidió convertir a Singapur en un puerto internacional y un centro financiero de primer nivel. Para lograr esto, invitó a multinacionales como Sell, Exon o IBM a invertir. Construyó infraestructura moderna.

Una estrategia interesante al reunirse con los CEO de grandes corporaciones, Lee Kuan Yew no solo hablaba de beneficios económicos, sino que también se comprometía a que Singapur sería un lugar seguro, estable y sin corrupción. Se reunió personalmente con cada inversor, convenciéndolos con sinceridad y visión. En solo una década, de una isla devastada, Singapur se convirtió en un destino para cientos de corporaciones globales, creando miles de empleos y haciendo despegar la economía.

La educación también fue una de las principales prioridades de Lee Kuan Yew.

Creía que las personas eran el recurso más valioso de Singapur y que una nación solo podría prosperar si tenía conocimiento. Invirtió fuertemente en educación, asegurando que todos los niños de Singapur tuvieran acceso a la escuela. El sistema educativo de Singapur se centró en matemáticas, ciencias e inglés para que la población pudiera competir en la economía global. También alentó a las mujeres a unirse a la fuerza laboral, algo muy progresista en Asia en ese momento.

Lee Kuan Yew exigió que las escuelas enseñaran en dos idiomas, tanto en inglés como en la lengua materna, como el chino, el malayo o el tamil. Sabía que el inglés ayudaría a conectar con el mundo, pero la lengua materna ayudaría a conectar con las raíces. Gracias a esta política, Singapur creó una fuerza laboral no solo competente, sino también consciente de su identidad cultural.

Otro gran desafío fue el problema de la vivienda. En los años 1960, más del 70% de la población de Singapur vivía en barrios de chabolas sucias, sin electricidad, sin agua, sin saneamiento básico. Lee Kuan Yew decidió cambiar esto al establecer la Comisión de Desarrollo de Vivienda en 1960. Esta organización construyó una serie de modernos complejos de apartamentos asequibles con todas las comodidades, electricidad, agua y espacios limpios. Un apartamento fue diseñado para adaptarse a familias multigeneracionales, lo cual encajaba bien con la cultura asiática. Pero lo más especial fue que Lee Kuan Yew no solo construyó casas, sino que también planificó ciudades verdes. Plantó árboles por todas partes, construyó parques y convirtió a Singapur en una ciudad-jardín.

Como resultado, hoy Singapur es una de las ciudades más verdes del mundo y más del 80% de la población vive en apartamentos de este tipo. Un modelo de vivienda que el mundo entero admira. Un detalle interesante para asegurar la armonía, Lee Kuan Yew exigió que los complejos de apartamentos tuvieran una proporción de población multirracial, sin permitir que un grupo se concentrara demasiado en un lugar. También promulgó leyes estrictas para combatir la discriminación racial. Por ejemplo, cualquier persona que ofendiera públicamente a la religión o etnia de otra persona podría ser severamente multada o encarcelada. Gracias a estas políticas, Singapur evitó conflictos étnicos como los de muchos países vecinos, convirtiéndose en un modelo de armonía y multiculturalismo.

No todas las decisiones de Lee Kuan Yew fueron bien recibidas por todos.

Era un líder firme y su estilo de acero generó no pocas controversias. Uno de los puntos más controvertidos fue su control estricto de la prensa y la limitación de la libertad de expresión. Él creía que una sociedad joven como Singapur no podía soportar discursos incitadores o noticias falsas, ya que podrían desatar conflictos étnicos o inestabilidad política. Sin embargo, esto le valió críticas por ser autoritario. Muchos argumentaron que había sacrificado parte de la libertad a cambio de prosperidad y estabilidad.

Singapur también es famoso por sus leyes peculiares bajo el mandato de Lee Kuan Yew. Aplicó severas sanciones por actos como tirar basura, fumar en lugares públicos o incluso no tirar de la cadena después de usar el baño en un baño público. Estas leyes ayudaron a que Singapur se convirtiera en una de las ciudades más limpias y seguras del mundo, pero también hicieron que muchas personas se sintieran reprimidas.

Otra política controvertida fue la visión de élite de Lee Kuan Yew. Creía que un país necesitaba a las mejores personas para liderar y propuso políticas que incentivaran a las personas altamente educadas a casarse y tener hijos entre sí, ya que creía que esto mejoraría la raza. Esta idea fue criticada por ser discriminatoria y poco humanitaria, lo que generó descontento en muchas personas.

Sin embargo, Lee Kuan Yew siempre defendió su punto de vista. Fue Primer Ministro de Singapur desde 1959 hasta 1990, y luego continuó desempeñando un papel como asesor senior hasta su muerte en 2015. Bajo su liderazgo, Singapur pasó de ser un país pobre a convertirse en una nación próspera como la que es hoy.

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