¿Cómo es posible que un país con cientos de miles de soldados, que alguna vez fue una fuerza temible en Oriente Medio, pueda colapsar tan rápido como un parpadeo?

En menos de un mes, todo un régimen se evaporó. Imagina que Irak a principios de 2003 era como una casa que alguna vez fue muy lujosa, pero ahora está vieja y tambaleante, y solo necesita un viento fuerte para derrumbarse. El que estaba al mando de esa casa era Saddam Hussein, una figura cuyo nombre solo al mencionarlo hace que muchos se sientan escalofríos o admiración. Él llegó al poder en 1979 y durante más de dos décadas construyó un régimen de hierro y sangre. Controlaba todo, desde el ejército y la política hasta la forma en que pensaba la gente. Sus enormes estatuas surgieron por toda Bagdad.

Pero detrás de esa apariencia deslumbrante, Irak se estaba desmoronando. Años de guerra y sanciones habían dejado al país exhausto. Antes de 2003, Irak había sufrido una serie de grandes heridas. La guerra Irán-Irak de los años 80, que se prolongó hasta 1988, causó millones de muertes, devastó la economía y sumió a Irak en deudas. Sin tiempo para recuperarse, Saddam Hussein llevó al país a una nueva aventura al invadir Kuwait en 1990. Como resultado, estalló la guerra del Golfo un año después, y la coalición liderada por Estados Unidos derrotó a Irak en pocas semanas.

El ejército iraquí fue devastado, la infraestructura como puentes y fábricas fue destruida. Luego, las Naciones Unidas impusieron un severo embargo económico. La gente carecía de alimentos y medicinas, y el ejército no tenía suficientes armas modernas. Los tanques estaban oxidados, los aviones casi no podían despegar o estaban enterrados en el desierto. Sin embargo, Saddam Hussein no estaba sin fuerzas en las que apoyarse. Tenía la Guardia Republicana, una fuerza de élite bien equipada y absolutamente leal. También construyó un poderoso sistema de propaganda que hacía que la gente creyera que Irak seguía siendo una potencia.

¿Pero qué hay de la verdad?

El ejército iraquí, con alrededor de 375,000 soldados, carecía de organización, y la gente estaba cansada después de muchos días. Ahora llegamos al momento decisivo. El 20 de marzo de 2003, cuando el mundo entero miraba hacia Irak, Estados Unidos, bajo el liderazgo del presidente George Bush, junto con el Reino Unido, Australia y algunos otros aliados, lanzó la operación Libertad Irak. La razón oficial que dio Estados Unidos fue que Saddam Hussein estaba desarrollando armas de destrucción masiva y tenía vínculos con el terrorismo, especialmente con Al-Qaeda. Más tarde supimos que estas acusaciones no eran del todo ciertas, pero en ese momento, Estados Unidos estaba decidido a derrocar a Saddam Hussein y lo hizo de manera muy rápida. Lanzaron una campaña militar llamada "shock y asombro".

El cielo de Bagdad la noche del 20 de marzo de 2003 era una mezcla de explosiones, luces y bombas, así como misiles que iluminaban toda la ciudad. Los bombarderos B52, los misiles Tomahawk y los aviones furtivos bombardeaban continuamente objetivos estratégicos. Eran el cuartel general militar, el palacio de Saddam Hussein, las plantas de energía y las instalaciones de comunicación. En solo unas horas, miles de toneladas de bombas fueron lanzadas, haciendo que Bagdad pareciera hundirse en una tormenta de fuego.

El objetivo de Estados Unidos era muy claro: atacar directamente el cerebro de Irak, paralizar la capacidad de mando de Saddam Hussein, y esta táctica resultó ser aterradoramente efectiva. Los centros de comunicación fueron destruidos, y muchos niveles del ejército iraquí ya no podían comunicarse entre sí. El sistema de mando del ejército iraquí se desmoronó en solo unos pocos días. Mientras tanto, en el suelo, las fuerzas de la coalición comenzaron a avanzar desde el sur, partiendo de la frontera con Kuwait. Capturaron grandes ciudades en solo unos días. El ejército iraquí, aunque numeroso, casi no pudo resistir.

Los aviones iraquíes no podían despegar mientras los aviones de la coalición dominaban el cielo. Además, la moral de los soldados iraquíes estaba muy baja. Como resultado, decenas de miles de soldados iraquíes huyeron o se rindieron al ver la sombra de las tropas estadounidenses. Estados Unidos también utilizó tácticas de guerra psicológica extremadamente efectivas. Lanzaron millones de folletos sobre las ciudades de Irak, instando a los soldados a rendirse con la promesa de ser tratados con amabilidad. La radio de la coalición emitía mensajes que desmoralizaban a los soldados iraquíes. En solo 10 días, la coalición se acercó a Bagdad, a solo unas decenas de kilómetros de la capital.

El 9 de abril de 2003 fue un momento histórico que el mundo no puede olvidar. Solo 20 días después de que comenzara la guerra, las tropas estadounidenses entraron en el centro de Bagdad. Este fue el día en que el régimen de Saddam Hussein colapsó oficialmente. La imagen que todos recuerdan es un grupo de iraquíes, con el apoyo de soldados estadounidenses, derribando la enorme estatua de Saddam Hussein en la plaza Firdos. Esta escena fue transmitida en vivo a nivel mundial como un símbolo del final de una era. Cuando las tropas estadounidenses avanzaron hacia las afueras de Bagdad, se enfrentaron a la última fuerza de Saddam Hussein, la Guardia Republicana. Este era el ejército más élite, bien equipado y se suponía que lucharía hasta el final para proteger la capital.

¿Pero qué hay de la realidad?

Incluso la Guardia Republicana no pudo resistir la abrumadora fuerza de la coalición. Estados Unidos utilizó artillería, fuerza aérea y tanques, aplastando estas unidades. Se libraron intensas batallas en el oeste y sur de Bagdad, pero el ejército iraquí fue rápidamente dominado. Lo notable es que en estos últimos días, nadie sabía dónde estaba Saddam Hussein. Había desaparecido de Bagdad desde que comenzó la guerra. Algunos dicen que había preparado refugios secretos subterráneos, pero la verdad es que se movía constantemente de una casa a otra para evitar ser detectado.

Cuando Bagdad cayó, el propio ejército iraquí se desmoronó por completo. No había nadie al mando, nadie organizando la resistencia, ministros, generales o altos funcionarios estaban o huyendo o siendo capturados. El 9 de abril, cuando los tanques estadounidenses entraron en el centro de Bagdad, casi no encontraron resistencia. Los edificios gubernamentales, museos e incluso hospitales fueron saqueados. Este caos fue la primera señal del colapso del régimen de Saddam Hussein.

¿Entonces, por qué Irak colapsó tan rápidamente?

Analicemos más a fondo. Primero, la fuerza militar de la coalición fue un factor clave. Estados Unidos y sus aliados no solo superaron en número de armas, sino también en tecnología. Misiles guiados por láser, satélites de reconocimiento y drones les permitieron atacar con precisión cada objetivo. Mientras tanto, Irak casi no tenía fuerza aérea, la diferencia en tecnología militar era demasiado grande. Además, Irak ya estaba demasiado debilitado y gravemente deteriorado antes de que comenzara la guerra.

Más de una década de sanciones económicas había dejado al país exhausto, la gente carecía de alimentos y medicinas, y el ejército no mantenía sus armas. Y en tercer lugar, la descomposición interna del régimen de Saddam Hussein fue un factor importante. Su gobierno se basaba en la lealtad de un pequeño grupo, principalmente suníes. Cuando comenzó la guerra, muchos generales y altos funcionarios comenzaron a huir. Él perdió el control y el sistema de mando se derrumbó como un castillo de arena. No había nadie que organizara la resistencia, nadie que liderara al ejército. Pero la historia no se detiene ahí. Aunque Saddam Hussein fue derrocado, permaneció oculto durante muchos días.

En diciembre de 2003, los soldados estadounidenses finalmente lo encontraron en un pequeño escondite cerca de su hogar. Pero su colapso no fue el final de una tragedia llamada Irak. Muchos pensaron que al derrocarlo, Irak se convertiría en un país pacífico y próspero. Pero no, de hecho, el rápido colapso del régimen de Saddam Hussein abrió un nuevo capítulo lleno de caos. Cuando Bagdad cayó, no había nadie que dirigiera el país. El ejército iraquí fue disuelto, la policía desapareció, el gobierno se desmoronó, resultando en saqueos generalizados, bandas criminales emergieron y la sociedad cayó en el caos.

Los museos que contenían los patrimonios culturales de miles de años de Irak fueron saqueados. Los hospitales carecían de medicinas, las escuelas fueron cerradas. La gente de Irak, que ya había sufrido por las sanciones, ahora enfrentaba un futuro incierto. Además, el colapso de Saddam Hussein desató las tensiones étnicas y religiosas dentro de Irak. Durante su mandato, los suníes estaban en el poder a pesar de que solo representaban 1/5 de la población. Cuando Estados Unidos transfirió el poder a los chiítas, que eran la mayoría, los suníes se sintieron marginados. Esto llevó a levantamientos armados. Desde 2004, Irak cayó en una guerra civil no oficial con decenas de miles de muertos.

Estados Unidos también cometió graves errores después de la victoria. Una de las decisiones más desastrosas fue disolver completamente el ejército iraquí y llevar a cabo una política de desbaazificación, despidiendo a todos los que habían trabajado para Saddam Hussein del gobierno. Decenas de miles de personas perdieron sus empleos, maestros, médicos, oficiales, muchos de los cuales, por ira y no tener nada que perder, se unieron a grupos rebeldes.

La historia del colapso de Irak en 2003 es una de las tragedias más trágicas de la historia moderna. En solo 20 días, un régimen que había hecho temer al mundo se desvaneció. Pero esa victoria no trajo paz, sino que abrió un período de inestabilidad con consecuencias que el pueblo iraquí ha tenido que soportar durante décadas y hasta el día de hoy.

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