Japón es un país de personas disciplinadas, ciudades modernas y valores culturales que asombran al mundo. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué en Japón, un lugar rico y moderno, todavía hay personas pobres y sin hogar, y casi nunca ves a alguien sentado al borde de la carretera sosteniendo un cartel o pidiendo dinero? La verdad es que si alguna vez has estado en Japón o has visto videos de Japón desde Tokio hasta Osaka, te será difícil encontrar escenas de mendicidad como en muchos otros países.

¿Es que los japoneses nunca son pobres o hay algún secreto cultural que les hace elegir un estilo de vida diferente?

Antes de entrar en las razones, aclaremos una historia. Japón no es un paraíso sin pobres. Muchos piensan que Japón es un país muy rico. ¿Todos conducen Lexus y comen sushi todos los días, verdad? Pero la verdad no es exactamente así. Según estadísticas del propio Japón, específicamente del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón, en 2023, había aproximadamente 15,000 personas sin hogar en todo el país, y esta cifra solo cuenta a aquellos que están oficialmente registrados.

Solo en Tokio, la ciudad más poblada del mundo, hay más de 2000 personas sin hogar concentradas en lugares como el parque Ueno, el río Shimuda o en cafés de Internet, donde pagan unos pocos yenes solo para dormir por la noche en pequeños cubículos. Muchas personas se preguntan por qué, en un país civilizado, rico y con un sistema de bienestar social completo como Japón, todavía hay quienes tienen que vivir en la calle. Primero, Japón no siempre ha sido estable. A finales de los años 80, Japón estaba en su apogeo, con precios de terrenos y acciones que aumentaban rápidamente.

Pero a principios de los años 90, la burbuja inmobiliaria y de valores estalló. Una gran cantidad de pequeñas y medianas empresas quebraron, e incluso grandes corporaciones se vieron obligadas a reducir personal. Las principales víctimas fueron los trabajadores de mediana edad, hombres comunes que no tenían títulos universitarios ni habilidades especiales. Una vez que perdían su empleo, también perdían su hogar, ya que muchas empresas japonesas de esa época ofrecían alojamiento en residencias o apartamentos económicos vinculados a los contratos laborales. Cuando el contrato terminaba, también se perdía la vivienda. Así fue como comenzaron a aparecer en las calles de Tokio y Osaka las icónicas tiendas de campaña verdes que simbolizaban la ola de personas sin hogar en Japón en la década de 1990.

Otra clase que cae en la indigencia son los jóvenes o los adultos de mediana edad que realizan trabajos temporales o de medio tiempo. No tienen contratos a largo plazo, no reciben seguro social ni subsidios por desempleo. Cuando son jóvenes y saludables, pueden arreglárselas con trabajos temporales. Pero tan pronto como se enferman, envejecen o la economía se estanca, pierden su empleo de inmediato sin nadie que los ayude. Sin seguro, sin ahorros suficientes, pronto caen en la indigencia. Esta también es la razón por la que Japón, a pesar de ser famoso por su disciplina y arduo trabajo, todavía tiene la sombra de personas que viven bajo los puentes. Finalmente, otro camino hacia la indigencia en Japón es el colapso familiar.

En Japón, el divorcio no es raro y cuando un hombre pierde a su esposa, a sus hijos y también su trabajo, prácticamente lo pierde todo. A diferencia de Vietnam, donde en tiempos difíciles se regresa a la familia. La sociedad japonesa es muy individualista. Las personas mayores que han salido del círculo familiar rara vez son bienvenidas de nuevo. Algunos se sienten avergonzados de regresar, otros son rechazados por su propia familia. Así, las tiendas de campaña verdes reciben nuevos residentes, personas que alguna vez tuvieron familia pero que finalmente fueron empujadas al margen de la sociedad. Pero, ¿qué es lo extraño e interesante? Rara vez verás a alguien sentado al borde de la carretera, pidiendo dinero como en muchos otros países. En cambio, puedes encontrarlos recogiendo botellas, limpiando en parques o haciendo fila para recibir comida de caridad de manera muy ordenada.

¿Por qué los japoneses, a pesar de ser pobres, no piden limosna?

Esta es una de las primeras raíces, que es el sentido del orgullo en Japón. En Japón, el orgullo es parte del alma humana. Desde pequeños, los japoneses son enseñados que el honor y la dignidad son más importantes que el dinero, el estatus o incluso la vida misma. Prefieren pasar hambre, ser pobres, trabajar arduamente antes que perder su honor pidiendo dinero.

Según un estudio de la Universidad de Tokio en 2022, más del 70% de las personas sin hogar en Japón rechazan recibir dinero de extraños, incluso cuando se les ofrece ayuda. Suelen optar por ganarse la vida con trabajos simples como limpiar en parques, recoger basura reciclable o trabajos temporales. Esto demuestra que el valor en Japón no es solo un concepto, sino una parte inseparable del alma y la cultura japonesa. Imagina a los antiguos samuráis. Eran los guerreros legendarios de Japón.

Los samuráis consideraban el honor como todo y estaban dispuestos a sacrificar sus vidas para protegerlo. Aunque la era de los samuráis ha pasado hace siglos, ese espíritu aún vive en la sangre de los japoneses modernos. Para que te lo imagines mejor, piensa que estás caminando por las calles de Japón. Ves a una persona sin hogar. No está encogida ni pidiendo dinero, sino que suele estar de pie, bien vestida. A veces sostiene un pequeño cartel que dice: "Puedo trabajar". ¿Lo ves? Incluso en los momentos más difíciles, aún quieren intercambiar su esfuerzo por dinero, no simplemente pedirlo.

A continuación, hablemos de otro valor japonés llamado autosuficiencia. En Japón, esta es una filosofía de vida que se enseña desde la infancia, en la familia, en la escuela, en la vida. Los japoneses creen que cada individuo debe ser responsable de su propia vida, depender de otros, especialmente pedir dinero, se considera un signo de debilidad, incluso de fracaso. Por eso, los japoneses, aunque sean mayores, siguen trabajando, en parte porque la sociedad japonesa está envejeciendo demasiado, y en parte por su cultura. Más del 60% de las personas mayores de 65 años en Japón todavía trabajan, aunque sea a tiempo parcial. Esto demuestra que incluso en la vejez o la pobreza, los japoneses aún quieren ser autosuficientes para ganarse la vida.

Siguen haciendo trabajos simples en lugar de optar por la mendicidad. Otro ejemplo interesante es el sistema, que se traduce como banco de tiempo, en algunos lugares de Japón. Esta es una iniciativa en la que las personas pobres o sin hogar pueden participar. Trabajan ayudando a personas mayores, limpiando parques, reparando cosas a cambio de comida, alojamiento o artículos de primera necesidad. Esa es la fuerza de los valores culturales japoneses. Otra gran razón por la que los japoneses no piden limosna es la presión social y un nuevo concepto que ha surgido. Este concepto se llama Hari, que significa vergüenza.

En Japón, hacer algo que haga que la familia, la comunidad, la sociedad o uno mismo pierda la cara es un gran tabú.

Pedir limosna en público no solo se considera una pérdida de honor personal, sino que también puede avergonzar a toda la familia o clan. Y Japón, ¿lo ves? Ellos valoran mucho la armonía y no quieren molestar a los demás. Pedir limosna en la calle se considera una perturbación del orden público, lo que lleva a las personas a evitar hacerlo para no ser juzgadas. Los japoneses siempre creen que molestar a los demás es un comportamiento inaceptable. Esto explica por qué las personas sin hogar en Japón a menudo eligen vivir discretamente en lugares poco visibles, como debajo de puentes en parques o en áreas suburbanas.

Por último, no se puede dejar de mencionar el sistema de bienestar social de Japón. Aunque no es perfecto, este sistema aún proporciona algunos subsidios por desempleo, apoyo médico y programas de bienestar para los pobres. Un ejemplo es el programa de apoyo al empleo en Tokio. Esta ciudad, a través de centros de empleo gratuitos, permite que las personas sin hogar reciban capacitación y trabajen temporalmente en tareas como limpiar calles o trabajar en obras. Y los japoneses también son muy pacientes y buenos para soportar.

Se les enseña a soportar las dificultades sin quejarse. Por ejemplo, en desastres como terremotos o tsunamis, verás a los japoneses haciendo fila para recibir ayuda de manera muy ordenada, sin pelear ni quejarse. Este espíritu también se aplica a los pobres. Prefieren soportar en silencio, en lugar de mostrar su sufrimiento al exterior. Esta historia no solo nos ayuda a entender mejor Japón, sino que también es una lección para todos nosotros. Vivir con dignidad, asumir la responsabilidad de nuestras vidas, siempre buscar formas de superar las dificultades, sin importar cuán duras sean las circunstancias.

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