Los expertos en el seminario afirmaron con firmeza: “Si todos los hombres se casan, los incidentes de violencia naturalmente disminuirán; con más recién nacidos, la presión económica se aliviará.” Detrás de él, la presentación decía: “El matrimonio es la válvula de seguridad de la sociedad, la procreación es el motor perpetuo de la economía.” La audiencia asentía con frecuencia, como si la oficina de registro de matrimonios fuera una extensión de la comisaría, y la sala de partos estuviera directamente conectada a la bolsa de valores. Este discurso elevado cubría la realidad como una niebla: ¿hay realmente un paraíso dentro de la ciudad amurallada?
Poligamia para mantener la estabilidad: la absurda comedia de la violencia transferida
Cuando Zhang San fue aclamado en su aldea por casarse con su segunda “esposa”, los espectadores exclamaron: “¡Ahora sí que se comportará!” Sin embargo, la fría definición de la ley rompió esta ilusión: el delito de bigamia estaba claro. La tela roja del banquete nupcial aún no se había desvanecido, y la familia Zhang ya se había convertido en un campo de batalla. Las dos esposas se volvieron enemigas por los recursos, mientras los niños lloraban en medio de empujones. Cuando Zhang San levantó el puño contra su nueva esposa “desobediente”, estaba practicando una lógica distorsionada: la familia se convirtió en un área de desbordamiento de violencia, como si un puño golpeando a un ser querido pudiera traer paz a la sociedad.
Esta comedia de violencia transferida mostró sus garras en la investigación sobre matrimonios tempranos en Xinjiang. Detrás de las mujeres que se convierten en abuelas a los 34 años, hay una cruel realidad: el 50% de las novias son menores de 18 años. Cuando el matrimonio se convierte en una línea de producción de población, la protección legal se convierte en un mero formalismo. Las adolescentes forzadas a casarse en la ceremonia de Nika no solo pierden su juventud, sino que también se convierten en sacrificios de su cuerpo para obtener “orden”. Dentro de la ciudad amurallada, la violencia solo cambia de vestimenta.
Decreto de Haití: la quiebra del mito de la procreación
En Haití, bajo el viento del Caribe, los hombres se ven obligados a avanzar con peso en el matrimonio. Los decretos del gobierno son como una espada sobre sus cabezas: los hombres adultos deben casarse con al menos tres esposas, de lo contrario, enfrentarán tres años de prisión. En las calles, los ricos se pasean abrazados, mientras que los desesperados maridos de los barrios bajos terminan con sus vidas bajo la luz de la luna: la poligamia se convierte en la última gota que colma el vaso.
Este experimento estatal de matrimonio forzado se convierte en una catástrofe: los maridos se ven obligados a moverse entre múltiples hogares, agotados. Las esposas se atacan mutuamente en su lucha por el afecto. Lo más aterrador es el resultado del desequilibrio de género: cuando los élites monopolizan a varias mujeres, los hombres de la base social pierden por completo la oportunidad de casarse. La ira de los abandonados por la sociedad es como lava volcánica, que finalmente estalla en disturbios en las calles.
El mito de la tasa de natalidad se desmorona ante los datos. Detrás de la “buena noticia” de que en 2024 habrá 520,000 recién nacidos en China, hay una histórica reducción total de 9.54 millones. Los economistas advierten: este leve repunte es solo una vela en la tormenta, y dentro de 35 años, el déficit de pensiones devorará el 8% del PIB. La apuesta demográfica al estilo haitiano se convierte en un veneno que apaga la sed.
Ganadores de la procreación: la burbuja de los privilegios
Una mujer de Henan se convierte en madre de seis hijos a los 37 años, rodeada de un equipo de niñeras como si fueran sirvientes reales. Cuando su diario de maternidad de lujo se vuelve viral, los internautas estallan en envidia y dudas: “Seis hijos en ocho años, ¿realmente es libertad o una cadena?”
Bajo la lujosa vestimenta de la “libertad de procreación”, se ocultan hilos dorados de privilegio: cada niño tiene su niñera exclusiva, plazas reservadas en escuelas internacionales, paquetes de chequeo prenatal en hospitales privados, formando un universo paralelo inalcanzable para la gente común.
Las familias comunes, sin embargo, se asfixian bajo la pesada carga de los costos de crianza. El “Informe sobre los costos de crianza en China 2024” revela la dura realidad: criar a un niño hasta la adultez en una ciudad de primer nivel cuesta 1.5 millones, equivalente a 12 años de trabajo sin comer ni beber. Cuando “vaciar seis billeteras” se convierte en el estándar para casarse, la marcha nupcial ya se ha transformado en un lamento por la supervivencia.
Esta burbuja sigue expandiéndose en medio de la disparidad de políticas. El “gran paquete” de subsidios de 70,000 yuanes para el segundo hijo en Hangzhou parece una broma frente a los 480 días de licencia por maternidad pagada en Suecia. Lo más mortal es el ciclo vicioso de la discriminación empresarial: cuanto más generosos son los subsidios de maternidad, más los empleadores ven a las mujeres en edad fértil como una amenaza. Cuando el resplandor del espectáculo de maternidad de las élites se desvanece, lo que queda es la herida de la distribución desigual de recursos.
Grietas en la ciudad amurallada: la lucha del individuo
La oficina de registro de matrimonios está desierta, y en 2024, 6.1 millones de parejas de recién casados establecieron un nuevo mínimo en 40 años. La presión económica es como una roca en el camino: el costo de casarse es de 330,000 yuanes, ocho veces el ingreso promedio, y el regalo de boda de 288,000 yuanes en Jiangxi requiere diez años de ahorros. Cuando “vaciar seis billeteras” se convierte en el estándar para casarse, la marcha nupcial ya se ha transformado en un lamento por la supervivencia.
Los jóvenes están reconstruyendo su visión del matrimonio y la procreación en la grieta entre lo tradicional y lo moderno. La declaración de la Generación Z resuena como un trueno: el 63% cree que “el valor de la vida radica en el crecimiento personal”, muy por encima del 22% de los nacidos en los 70. Los anuncios de búsqueda de pareja en los parques revelan un secreto: las publicaciones que exigen que los padres de la pareja tengan pensiones son cuatro veces más que las que esperan tener dos hijos. Cuando el matrimonio y el amor se convierten en inversiones de riesgo, la emoción misma se ha convertido en un bien escaso.
La ley intenta remendar las grietas de la ciudad amurallada. El artículo 43 de la “Ley de Matrimonio” prohíbe expresamente la violencia doméstica, pero en la práctica sigue siendo muy difícil. Cuando el 30% de las familias experimentan violencia, y la idea de que “los problemas familiares no deben hacerse públicos” silencia a las víctimas, las disposiciones legales avanzan con dificultad ante la pesada cortina de las tradiciones. Más irónico es que los espacios grises como la violación conyugal y el abuso psicológico aún esperan que la luz de la justicia los atraviese.
Reconstruyendo la ciudad amurallada
En la fiesta de un mes del recién nacido, los invitados levantan sus copas: “¡Felicidades por la llegada del bebé, que la familia prospere y esté en paz!” Los jóvenes padres miran a su bebé en brazos, con miradas tan complejas como documentos cifrados. Saben que este niño, nacido en la era de los robots de crianza de IA, enfrentará múltiples cambios en el futuro, como la reestructuración del mercado laboral, el aumento del déficit de pensiones y el colapso del mercado de viviendas escolares.
En las calles de Haití, los manifestantes derriban esculturas que simbolizan la poligamia; en una mansión de Henan, el sexto hijo está aprendiendo física cuántica a través de un dispositivo de realidad virtual; en un pueblo de Xinjiang, las clases de educación legal finalmente han llegado al patio de una mezquita. Estos fragmentos aparentemente no relacionados están ensamblando un nuevo paisaje civilizatorio: cuando la procreación ya no se considera el remedio a los problemas sociales, y el matrimonio ya no se ve como un silenciador de la violencia, los individuos tendrán la oportunidad de crecer en un suelo de libertad.
En el desmoronamiento del mito de la procreación, la verdadera civilización está echando raíces. Después de todo, la verdadera armonía social no radica en los números de las estadísticas de procreación, sino en si cada persona dentro y fuera de la ciudad amurallada puede alcanzar su propia felicidad en dignidad y elección.
Cuando el gobierno de Haití, para aliviar la ansiedad demográfica, inyecta oxitocina a la fuerza, olvida preguntar a esos hombres obligados a ser novios: ¿cuál de las bodas con tres esposas y tres años de prisión se parece más al infierno;
Cuando la madre de seis hijos de Henan es elevada al altar de la “ganadora de la procreación”, nadie ve sus lágrimas silenciosas mientras acaricia las estrías frente al espejo en la sala de maternidad a medianoche.
El llamado mito del orden es solo un monumento construido con la carne y la sangre de otros por los privilegiados.